martes, 1 de febrero de 2011

Los diablos de Almonacid del Marquesado

La endiablada es el nombre de una fiesta de tradición inmemorial que se celebra en Almonacid del Marquesado, durante los días 1, 2 y 3 de febrero, en honor a la Virgen Candelaria y San Blas. Durante estos tres días, aproximadamente 130 "diablos", ataviados con trajes de llamativos colores y grandes cencerros colgados a la espalda, recorren las calles del pueblo, y sacan en procesión a los Santos, dedicándoles danzas y saltos. Está declarada de interés turístico nacional desde el año 1964.
Textos: reseña de Luis Francisco Suárez Pineda al artículo Los "diablos" de Almonacid del Marquesado, de Julio Caro Baroja.
Fotos: Jesús Cañas del Pozo
Nada ha quedado escrito acerca del origen de esta peculiar tradición, pues los documentos guardados en el Ayuntamiento fueron destruidos durante la Guerra Civil Española. La tradición oral nos cuenta dos historias paralelas para explicar el origen de los diablos de Almonacid, según se refiera a La Candelaria o a San Blas:
En cuanto a la Virgen, la necesidad de presentar a Jesús niño en el templo causó en María vergüenza por las gentes que pudieran observarla, pues no conocía varón. Y es aquí donde encuentran su lugar los diablos que, con su ruido de cencerros y extraña vestimenta, atraerían la atención del público, librando así a la Virgen de las miradas maliciosas de los demás.
Para San Blas existe otra explicación totalmente distinta: unos pastores encontraron la imagen de San Blas enterrada en el paraje de los majanares, surgiendo una disputa con el vecino municipio de Puebla de Almenara, que el santo resolvió milagrosamente a favor de Almonacid. La alegría de los pastores por estos hechos se plasmó en el sonar de los cencerros de sus ganados, que colgaron a sus espaldas. Para lavar la cara del santo utilizaron aguardiente, lo único que tenían a mano, hecho que aún se rememora cada año.
Julio Caro Baroja, sobrino del escritor Pío Baroja, realizó un documental para el Nodo, en 1964: “Los Diablos Danzantes de Almonacid del Marquesado”.
En THESAURUS, Tomo XXII, Núm. 1 (1967), Luis Francisco Suárez Pineda, reseña la REVISTA DE DIALECTOLOGÍA Y TRADICIONES POPULARES (Madrid, tomo XXI, 1965). En ella aparece un artículo de JULIO CARO BAROJA, con el título de Los "diablos" de Almonacid del Marquesado, (págs. 40-62).
Inicia el señor Caro Baroja su artículo con la descripción geográfica e histórica de esta población de la provincia de Cuenca; da cuenta del crecimiento demográfico (en 140 años se ha pasado de 646 a 900 habitantes); analiza a los pobladores de esta región, gente sencilla y llana, afectuosa y amable, muy poco influida por las costumbres urbanas, factor que ha determinado la conservación de usos y costumbres tradicionales.
En la segunda parte de su ensayo hace el autor una síntesis de la historia y vida de San Blas, cuya festividad en el mundo occidental se celebra el 3 de febrero, es decir, un día después del de la Purificación, fecha considerada por los aldeanos y campesinos como fecha tope del invierno, pues aún en tierras muy frías ya por entonces el invierno o ha terminado o está para terminar.
A San Blas se le considera como abogado para las afecciones de la garganta, ya de los humanos, ya de los brutos; como protector de los animales y como patrono de los cardadores. Esto obedece respectivamente a que en vida curó a un niñito que se había atragantado con un hueso de pescado, a que convivió con toda clase de animales, y a que fue martirizado, por orden del emperador Licinio, raspando sus carnes con peines de hierro.
La intercesión de San Blas en las enfermedades de garganta data de épocas remotísimas; ya consta en las tradiciones de los siglos XIII a XV. Los panes de San Blas se usan como preventivo o remedio de esta clase de afecciones; las manzanas, peras y naranjas bendecidas el día de su fiesta y comidas el 25 de marzo preservarán a quienes las ingieran de enfermedades de la garganta. En las regiones próximas a Almonacid, la cebada y el salvado se bendecían también el 3 de febrero para proteger a los animales de las enfermedades de la garganta. Cita Caro Baroja un refrán castellano que reza así:
"Los disantos de febrero, Santa Brígida el primero, el segundo Candelera y el tercero Gargantero". Rodríguez Marín, en el tomo I de sus Cantos populares españoles registra este refrán, recogido por él en Extremadura, con una pequeña variante: "Los trisamos de febrero: Santa Brígida el primero, el segundo Candelero y el tercero Gargantero".
En la tercera parte del artículo se da cuenta de las cuatro hermandades de carácter religioso con que cuenta Almonacid del Marquesado: la de la Virgen María, a la que sólo pueden ingresar mujeres y que celebra su fiesta el 2 de febrero, día de la Candelaria; la del Santo Cristo, formada por hombres de toda edad y condición, que celebran la fiesta de San Miguel; la de San Blas, muy nutrida y bien organizada, provista de su junta directiva, y que con el aporte de sus cuotas sufraga los gastos de la festividad de su patrono y, finalmente, la Endiablada a la que pertenecen desde niños de tres años hasta viejos octogenarios. El jefe de ésta última se llama Diablo Mayor y no es el más anciano sino el más antiguo en la cofradía, es decir el que no haya dejado de asistir desde su ingreso a las celebraciones anuales, puesto que la antigüedad se invalida con el faltar en un año a estas conmemoraciones. El que haya faltado una vez debe comenzar de nuevo su trayectoria sin que cuenten para nada los años anteriores a su ausencia.
El ingreso a esta hermandad no ofrece ninguna dificultad; sólo basta pedirlo. La cofradía de los diablos danzantes de San Blas tiene dos reuniones previas para la celebración de la festividad: el 17 y el 18 de enero, fiestas respectivas de San Antón y San Julián, obispo de Cuenca.
La actuación de los diablos danzantes comienza el 1 de febrero, día en que se reúnen todos ellos en casa del Diablo Mayor, engalanados con su ajuar diabólico, consistente en un vestido de dos piezas: pantalón y chaqueta a manera de pijama, de telas de colores vivos, estampados casi siempre con flores. Sobre el vestido se colocan correas de que penden uno o varios cencerros de diferentes tamaños; en las manos llevan unas cachiporras cuya cabeza remata en una imagen del diablo, de factura rústica. En la cabeza llevan el 1 y el 2 de febrero el gorro de la Virgen, hecho de papel y adornado con flores del mismo material, muy parecido al que llevan otros danzantes de procesiones en Castilla. Este gorro es sustituido el día de la Candelaria, a las 4 de la tarde más o menos, por la mitra de San Blas, hecha de cartón rojo con ribetes amarillos y adornada en su cara superior con cruces y estampas.
Ya disfrazados en la sala de la casa del Diablo Mayor, comienza su acción. Van primero al alcalde para pedir su venia para actuar; de allí pasan a la iglesia para pedir la protección de Dios, la Virgen y San José y hacer un recuerdo de los cofrades muertos; vitorean a San Blas y salen del templo en dos filas. El primer día termina con una comida colectiva de los miembros de la hermandad.
En la cuarta parte del trabajo se nos relata la intervención de la cofradía el 2 de febrero, día de la Candelaria. La faena comienza entre las 7 y 8 de la mañana: se reúnen en la casa del Diablo Mayor de donde pasan a la casa de una de las madrinas de la Virgen, quien los obsequia con un trago de anís. De allí salen con un roscón de mazapán, ofrenda que llevarán a la Virgen; muestran el roscón en todas las casas del poblado y reciben rosquillas y dulces de toda  clase (les está vedado recibir dinero).
A continuación encontramos el relato del ajetreo del día, la descripción de los bailes; se detalla minuciosamente la procesión, la elección de madrinas de la Virgen para el año venidero y los regocijos tradicionales que conlleva una celebración popular.
En la quinta parte del trabajo se habla de la celebración del día de San Blas. Es un itinerario complicado: recolección de limosnas de casa en casa, bailes, desfile para llevar a las autoridades a los oficios religiosos, procesión (se describen las insignias que llevan como distintivo los cofrades de San Blas), colación ofrecida por los cofrades, a la que asisten las autoridades y la Endiablada. El relato de la festividad está ilustrado con fotografías en colores y en blanco y negro de los diversos actos del día.
En la sexta parte de su trabajo se refiere Caro Baroja al origen histórico de estas festividades. No hay documentos escritos que testifiquen la génesis de esta celebración, pero sí leyendas en relación con la veneración del santo en Almonacid. En cuanto a la mitra, la explicación es sencilla: San Blas fue obispo. Sin embargo, no deja el autor de advertir que, en otros lugares de la Península y durante las celebraciones en honor de santos que justamente no fueron obispos como Nuestra Señora de las Reliquias en Portugal, y en la festividad de la Virgen de los Dolores y la de San Luis en Alte, lo mismo que en algunas localidades vascas, salen en las procesiones danzantes mitrados. El articulista se inclina a creer que esta manifestación se remonta a la Edad Media en la que fueron frecuentísimas las asociaciones en que había un "obispillo" e ilustra su afirmación con unos cuantos ejemplos. También se detiene a considerar el nombre de la asociación la endiablada a la que atribuye posible influencia francesa y que hace remontar también a la Edad Media. Cita diversas danzas en que intervienen diablos y demonios en el Levante español. Asimismo analiza el origen de los cencerros y de otros elementos del atuendo de la cofradía. Relata leyendas locales de gran interés que justifican la actuación de los diablos, que más que demonios parecen pastores.
Por último nos ofrece unas cuantas composiciones poéticas que recogió de su propio autor, Inocente Morales de la Torre, el día de San Blas en 1964. Cuatro de las cinco composiciones poéticas están dedicadas a San Blas, y una a la Virgen María para el día de la Candelaria. Termina el artículo con dos composiciones antiguas, una dedicada a la leyenda de la curación que hizo San Blas del niño atragantado por una espina y otra al arado en que campean sencillas consideraciones espirituales, no referentes al santo sino a Cristo y María.
Es este artículo valioso aporte para conocer las leyendas populares en que campean lo espontáneo y lo característico de un pueblo. Julio Caro Baroja traza aquí un hermoso cuadro de las vivencias populares que definen la fisonomía de un conglomerado social rural.

El Diablo de San Blas (1974), fotografía de Cristina García Rodero
Foto de Cristina García Rodero. El Diablo de San Blas (1974). Almonacid del Marquesado
Una de las fotógrafas españolas más laureadas y reconocida internacionalmente, Cristina García Rodero,  estuvo en Almonacid del Marquesado en los años 70 del siglo pasado. En 1974 realizó una foto que tituló “Diablo de San Blas”. No sería la única foto que hizo de este pueblo y La Endiablada pero sí la que incluyó en su libro España oculta, publicado en 1989, y que fue prologado por Julio Caro Baroja.

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